En 2018, Shane Byrne sufrió un grave accidente en unos entrenamientos que realizaba en Snetterton, una de las seis pistas propiedad de MSV, el promotor del campeonato BSB británico. Byrne cayó en una curva y fue a chocar contra una barrera de neumáticos desprotegida, sufriendo aplastamiento de los pulmones, fractura de todas las costillas, y fracturas en vértebras cervicales y dorsales, que le tuvieron varias semanas en la UCI de un hospital británico, donde tuvieron que instalar un dispositivo que bloqueaba su cuello para evitar cualquier clase movimiento que agravara sus lesiones, una protección que tuvo que emplear durante meses.
Tras el accidente de Byrne, MSV instaló un dispositivo Airfence delante de la barrera de neumáticos contra la que chocó el piloto. Byrne llevó a juicio a la empresa promotora, y los tribunales británicos han dictado a favor de Byrne, para quien se espera una cuantiosa indemnización. Aunque se trata de una demanda de derecho civil inglés y es posible que no llegue a crear jurisprudencia, es indudable que la respuesta de los tribunales afectará a la política de las compañías de seguros, que incrementarán sus primas para asegurar la actividad en los circuitos.
Para muchos Byrne es en estos momentos un villano, porque su victoria judicial va impedir que muchos clubes puedan asumir el coste de organizar carreras de club y jornadas de pruebas, ya que el coste del seguro será inausumible para los pequeños y más modestos organizadores, que son los que tejen la red de competiciones de base en Reino Unido. El sentir general de la mayoría de los comentarios expresados en las redes sociales tilda a Byrne como un egoísta que ha exprimido al máximo su situación, porque su beneficio va a impedir que muchos puedan competir por el incremento de los costes de los eventos acabará con muchos de ellos, y temen que a partir de ahora correr y entrenar en Reino Unido sea muy complicado.
La realidad es que la velocidad en Reino Unido vive un momento complejo. Cuentan con un amplio número de pistas, pero la mayoría de ellas son antiguas y obsoletas, y con una seguridad crítica ante las prestaciones de las motos actuales. En estas condiciones es difícil que afloren nuevos talentos británicos, ni en MotoGP ni en SBK, e incluso sus arraigadas “road races” viven en la incertidumbre. En la vecina Irlanda, los elevados costes de los seguros ponen en riesgo todas sus carreras.
Es una situación muy difícil. Por un lado, con sus decisiones las autoridades observan la necesidad de velar por la integridad y la seguridad de todos los implicados en la competición, pilotos, comisarios y espectadores, pero por otra parte, muchos de los pilotos, profesionales o amateurs que han ofrecido su opinión en las redes sociales, afirman que siempre han asumido el riesgo de la competición, y los accidentes y las lesiones, incluso los accidentes fatales, forman parte de ella. Es una visión estoica, quizás forma parte de otro tiempo y tiene que ver con la concepción que se tiene de la competición en Reino Unido.
Sea como fuere, hemos de reconocer que es justo que Byrne reclame la compensación que cree merecer, porque sólo él sabe lo que significa el sufrimiento vivido, pero también es imprescindible que quienes quieren competir lo hagan, pero siempre bajo unas condiciones dignas y seguras que garanticen la actividad deportiva con plenitud y satisfacción. Quizás es el momento de que, antes de poner la venda en la herida –esas primas de seguros elevadas para cubrir cualquier contingencia-, los responsables del motociclismo en Reino Unido aborden la cuestión de la seguridad en sus bellos pero vetustos circuitos. Este deporte necesita que Reino Unido siga siendo un foco de actividad, como siempre lo fue desde los orígenes de la competición.